Pulide

Atardecer en la Sierra de Pulide, Castrillón. ©Miki López 2009
Vi amanecer más de una vez desde el alto de Pulide, en Castrillón. Llegaba con mi abuelo después de una larga caminata con «Rol» un precioso Pointer de nariz afilada que maravillaba por su fino olfato de perro cazador.
Milio, mi querido “güelito“, no consiguió inculcarme su pasión por la caza, pero si por el placer de caminar al alba por este paraíso asturiano. Hombre pequeño y robusto, fumaba como un carretero, pero caminaba como pocos detrás de su perro que entraba y salía de los matorrales marcando las piezas de caza que solían caer bajo la fina puntería del abuelo.
Todo aquello acababa guisando a fuego lento en la vieja cocina de carbón de mi abuela Maru. En aquella cocina nos sentábamos tras regresar del monte. No faltaba el vino ni el queso de La Peral para reponer fuerzas. Como siempre los aromas me devuelven a aquellos años 80 de una recién estrenada juventud y vuelvo al alto de Pulide para ver atardecer más de 30 años después de aquellos paseos por el monte.
Entre las sombras todavía me parece ver la silueta de mi abuelo con la escopeta al hombro, siguiendo sigilosamente el rastro que le marcaba el bueno de Rol. El espíritu de los dos sigue rondando por aquí, remontando las lomas de este paisaje mágico que se tiñe de naranja cuando el sol se esconde. Buenos recuerdos.