Cascada de Seimeira

Ruta de la cascada de Seimeira en Santa Eulalia de Oscos. ©Miki López
La Cascada
Nos acercábamos despacio a la cascada de Seimeira. El ruido del agua se iba haciendo cada vez más intenso, rompiendo ese murmullo calmado que tienen los bosques en primavera. Huele a hojas y musgo, aromas mágicos que evocan a las xanas legendarias que encontraban morada en el fondo de estos espectaculares saltos de agua. El agua y el bosque son los ingredientes básicos de las leyendas de Los Oscos y conforman paisajes propios de un cuento de hadas.
La ruta, de pendiente suave, discurre bordeando el arroyo que envuelven las ramas frondosas de hayas y robles. El sendero estrecho, alfombrado por los restos del otoño, atraviesa el valle al compás del ímpetu de un río que movía ruedas de molinos ya olvidados. Todavía huele a molienda de maíz y cereal, a pan en el horno del Llar y a carbón de fragua y acero.
Llegas a la cascada y entre su estruendo se esconde el silencio de la belleza, esa sensación hipnótica que te mantiene inmóvil ante la constante caída del agua que se precipita al fondo del valle. No hago muchas fotos. A veces me gusta disfrutar de lo que veo bajando la cámara. Ya se que es difícil pero muchas veces saco mejor rendimiento obligándome a dejar la cámara colgada del hombro y disfrutar previamente de lo que me rodea. Y luego intento condensar eso en un disparo. Por eso le hice esta foto a Elsa, maravillada con el espectáculo de la cascada de Seimeira en aquel entorno de Los Oscos. Mereció la pena hacer solo un par de tomas. Lo demás se siente incluso con los ojos cerrados.