De villancicos, poemas y recuerdos
Qué fácil es recordarte. viejo Te seguíamos por el pequeño sendero que atravesaba el bosque entre los restos del abandonado jardín francés de Los Cedros. Con las cañas al hombro y un cesto de mimbre que volvería lleno de roballizas, cruzábamos la arboleda en aquellas lejanas tardes de verano que tantas veces terminaron en chapuzones infantiles con la pleamar de la ría, en las inmediaciones de la vieja rambla. Todavía hoy soy capaz de recordar el aroma a salitre, gasóleo y alquitrán al pasar por los destartalados embarcaderos de madera que aún perviven en la margen derecha de esta maravillosa desembocadura del río Nalón. Todo aquí me recuerda a ti, papá. Los cañizos, las barcas, los recodos. Todo lleva un trocito de tu alma y un pedazo de mi infancia. De las tardes calurosas a las frías noches pescando angula a la luz de los candiles de carburo que hacías con hojalata. De las comidas de San Pedro a los villancicos que componías para nosotros por Navidad. La Navidad que tanto te gustaba y que nunca volverá a ser como antes. Fuiste maestro, músico y poeta escondido tras tu profesión de sobresaliente instrumentista en la planta de abonos. Un hombre trabajador y enamorado esta la médula de su flor, de la compañera que es nuestra madre y, posiblemente la mujer mas buena que haya pisado la faz de la tierra. Supiste elegir papá. Y supiste contagiar tu romanticismo por Asturias, por todo la asturiano y en especial por tu tierra candamina, esa aldea de Espinosa que te vio nacer, crecer y morir orgulloso de esos prados, de esos bosques y regueros entre los que disfrutaste durante todas las etapas de tu vida. Es cierto que fuiste obstinado y cabezón, con un punto de egoísmo que jamas traspasaba las necesidades de una familia por la que eras capaz de todo. Pero al final nos diste una lección de vida cuando mamá tuvo aquella angina de pecho y te convertiste de repente en su ángel de la guarda. Jamás vi tanto cariño es esas miradas que dedicabas a tu mujer, especialmente durante estos últimos días en los que cada gesto era una despedida y un latigazo al corazón de los que la recibíamos. Pero te fuiste tranquilo y fui testigo de ello. Cogiéndote la mano lloré una eternidad en tu último suspiro, el que dio paso al recuerdo. Al mejor de los recuerdos. Ya sabia que te quería papá. Lo que era incapaz de imaginar es que te quisiese tanto. Que la tierra te sea leve viejo. Siempre en el corazón papá. Siempre en el recuerdo.
Pepe y Montse / mayo 4, 2015 /
Precioso Miki !!! No sabes la emoción que sentimos al leer tu preciosa carta. Lo has descrito a la perfección. ¡¡¡ Ese era tu padre !!!
Un abrazo.
gerardo / mayo 21, 2015 /
Bravo Miki ¡¡¡ Solo darte ánimos para seguir aumentando el recuerdo de nuestros mayores. Has descrito muchas momentos que son comunes para las gentes de nuestro pueblín y que personalmente recuerdo con especial cariño. Te envío un fuerte abrazo y te acompaño en cada uno de esos rincones especiales donde siempre estará tu PADRE.
esteban677 / marzo 4, 2016 /
leyendo esto se me pusieron totalmente los pelos como escarpias